Cuantos lugares vistos, y cuántos de ellos escuchados. Las cascadas en la montaña son las palabras lanzadas al viento que la naturaleza nos regala. Son los paréntesis entre los silencios en las largas caminatas
Si llegas a un salto de agua estruendoso sin haber disfrutado de las muchas horas en silencio, caminando hasta alcanzarlas. Si tu forma de reunirte con tan esplendido prodigio natural, es el coche, entonces para ti tan solo será un rio que se desploma de forma ruidosa.
Pocas cosas hay tan mágicas como ver un pequeño hilo de agua que aflora de una zona verde, lucha zigzagueando entre las rocas y al que una pisada de nuestras botas puede cambiar su rumbo. Acompañarlo en su recorrido y saciar nuestra sed en su cauce. Un pequeño hilo de agua que se detiene mientras llenamos la cantimplora y que se une a otros y a otros más hasta alcanzar esa fuerza sorprendente capaz de quebrar las montañas. Hay mucho de mágico, de hipnótico en el agua precipitándose desde lo alto
En mis años de minero, en una mina de carbón con varias centenas de metros de tierra sobre mi cabeza, me vi en situaciones muy difíciles y en las que el miedo a morir se hace costumbre y se bromea con él. En esos momentos aparte claro esta de actuar según mi profesionalidad o experiencia me dictaban para la ocasión, en esos momentos mi mente viajaba por unos segundos, hasta un gran salto de agua de los tantos vividos y como buscando alivio a mis males llegaba ese segundo de relajación necesario para pelear por mi vida y salir de ese mal trance, como si de mi tótem se tratase