En ocasiones las montañas y sus recónditos entresijos regalan al paseante que se adentra en su terreno y que sabe mirar no solo con los ojos. Estas maravillosas formas no se muestran ante todo el mundo. Tan solo aquellos que ya han dejado de sorprenderse de los majestuosos paisajes, aquellos que le han perdido el miedo al borde del camino y a lo que representa el salirse de sus márgenes, tan solo esos pocos puede que algún dia encuentren estas formas.
Una antigua leyenda china que tuve a bien leer hace años, me animo a buscar estas formas en mis paseos, algunas son muy evidentes las otras hay que sacarlas con la fuerza de la imaginación. Pues bien en esa leyenda sacada de las tradiciones chinas se nos cuenta que todos los Dioses del cielo tenían un igual aquí en la tierra de los mortales con el fin de vivir, nutrirse y empaparse de lo que hace al ser humano tan especial como para ser admiraro. Este igual aquí en la tierra debería pasar inadvertido, impasible ante todo lo que sucediese a su alrededor así que la roca debía de ser su camuflaje. Cuando tras miles de años la roca se desmorona y deja su forma, el Dios concluía su ciclo de observación entre nosotros aquí en la tierra